En el restaurante Le´ Aliente trabaja Manuel, un tipo normal al que recientemente le diagnosticaron mal aliento crónico. El doctor Lorenzetti le dio este diagnóstico después de que mató a unos vegetales sólo con bostezar frente al plato.
–Ya no recuerdo ni cómo fue, Doctor. Estaba preparando una ensalada césar cuando de repente me dieron ganas de bostezar. Lo hice y cuando bajé la mirada hacia el plato, los vegetales estaban marchitos.
- Grave, Manuel, muy grave.
Este mal aliento no es cuestión de aseo porque Manuel acostumbra a lavarse la boca tres veces al día –al menos eso le dijo al doctor-. Su esposa, Martha, le pidió el divorcio por las mismas razones. “Hueles como a perro muerto cuando bostezas” – le decía cada vez que Manuel se acercaba a besarla. Así transcurrieron dos largos y apestados años entre el bochorno de su mal aliento y las peleas con su esposa por dinero.
Como dije al principio Manuel es un tipo normal. Sus camisetas a cuadros son normales, sus zapatos de suela son también normales y su boca huele como la de una persona que piensa que es normal masticar ajo como si fuese chicle. Además de sus normalidades, Manuel es muy bueno en la cocina. Es más, es el encargado de la cocina en su casa. -Manuelito, prepárame unas empanadas, pero no vayas a soplarlas porque después se agrian- le decía Martha. Él nunca se buscaba problemas y preparaba todo lo que su Martita quería.
Tras el diagnóstico del doctor Lorenzetti, Manuel se divorció y trabaja ahora como el chef principal del restaurante Le´ Aliente. Este famoso lugar es reconocido mundialmente porque en él se prepara la comida más extraña y experimental de todas. Arroz que pica la boca, pavo al grill con bigotes de grillo asiático y la especialidad del chef; tomates rellenos con queso apestado de saliva de vaca. Este extraño plato es conocido por todos pero su elaboración sólo la conoce Manuel y el Sr. Caliel, el dueño del Le´ Aliente.
Él le paga grandes cantidades de dinero a Manuel para que continúe trabajando con él y, sobre todo, para que no revele la receta secreta de los tomates rellenos con queso apestado de saliva de vaca. Manuel ha hecho muchos amigos dentro del restaurante y aunque al hablar con él se tapan la nariz, no lo rechazan porque consideran que su aliento es una delicia espantosa.
Hoy el Le´ Aliente va a ser puesto a prueba por el Comité de Aseo Gubernamental. El presidente ha impuesto una nueva ley para los restaurantes que tengan ingresos mensuales mayores a $30.000 y el Le´ Aliente por su fama, figura dentro. El Sr. Caliel tiene todo preparado para la revisión. Ha mandado a sus empleados a limpiar el restaurante y a asearse ellos mismos minuciosamente. El as del Sr. Caliel para pasar la prueba de hoy es Manuel y su famoso plato.
– Verá Manuelito, apenas lleguen los del gobierno, usted les prepara sus tomates apestosos ¿ya?- dijo el Sr. Caliel.
–Tengo entendido que sólo podemos prepararles lo que ellos nos pidan y claro, si es que nos lo piden también. Tranquilo jefecito, que el equipo gana-.
El Sr. Esternón entró por la entrada del Le´ Aliente con su equipo de rastreo mandado por la Comisión de Aseo Gubernamental. Se dirigió a la cocina con una pisada fuerte y sonora.
-¿Quién manda aquí? ¿Dónde están los cocineros de este antro del capital? Ja ja ja ja.
El Sr. Caliel y Manuel salieron nerviosos de la cocina.
-¿Cómo está Sr. Esternón? Es un honor tenerlo en mis cocinas- dijo el Sr. Caliel.
–Vamos directo al grano. Quiero que su cocinero me prepare el famoso plato de los tomates apestosos y la vaca y eso de lo que todo el mundo habla. Tiene diez minutos.
Manuel se puso en marcha. Cortó los tomates primero y los roció con dos pizcas de una sal que además de salada tenía sabor a ajo. El Sr. Caliel conversaba afuera de la cocina con el Sr. Esternón.
–¡La constitución apesta!- dijo el Sr. Caliel. Ambos rieron. Dentro, Manuel continuaba con la preparación.
Picó el amarillo y apestoso queso en perfectos cuadrados. Rellenó los tomates con el queso y finalmente, el ingrediente secreto. Manuel abrió la boca y con todas sus fuerzas expulsó la mayor cantidad de aliento sobre el plato. Los tomates permanecieron intactos a diferencia de las veces anteriores, en las que adquirían un tono verdoso. Manuel repitió el procedimiento dos veces más. Empezó a ponerse nervioso y sudoroso. Si el plato no salía como siempre, el Sr. Esternón cerraría el restaurante y estaría decepcionado y molesto por no haber probado la delicia de la que todos hablaban.
Dispuesto a morir en las sangrantes trincheras gubernamentales, Manuel salió con el plato en las manos. El Sr. Esternón se sentó en una de las mesas del restaurante y devoró el plato en segundos. Hubo un momento de silencio en el que el Sr. Esternón se limpió su pequeño bigote.
–Tomates rellenos con queso apestado de saliva de vaca, ¡espléndido! – dijo.
Desde ese día Manuel no ha vuelto a lavar su boca por temor a que la fuente eterna de la pestilencia se agote, Martita se consiguió otro olorcito y el Sr. Caliel se encuentra redactando la constitución más apestosa de la historia.